Conceptos clave Grupo de investigación: “conjunto de personas que interactúan para investigar y generar productos de conocimiento en uno o varios temas, de acuerdo con un plan de trabajo (…) (tendiente a la solución de un problema)” (Colciencias, 2015). |
3.1. Visibilidad e impacto
En tanto es mayormente pública, la ciencia tiene por objeto difundirse; esto es, los proyectos de investigación suelen validarse cuando sus resultados son comunicados a la comunidad científica. Así entonces, “existe una simbiosis (…) entre investigación científica y publicación-comunicación de la misma, de tal manera que la literatura de una materia es tan fundamental como la propia labor de investigación que contiene” (Cordón-García et al., 2010, p. 30). Así entonces, el resultado de la difusión en el ámbito científico se ve reflejado en dos factores que se describirán a continuación: la visibilidad y el impacto.
¿Qué significa “ser visible” en el contexto académico? En palabras simples, la visibilidad científica se traduce en el reconocimiento que se da a los investigadores en virtud de las menciones que sus pares hacen de sus proyectos en otros trabajos (Cordón García et al., 2010). Dicho reconocimiento es beneficioso tanto para los grupos que desarrollan estas iniciativas como para las instituciones que suelen apoyarlas, toda vez que representa un indicador de calidad.
Con lo anterior, se tiene que las iniciativas o proyectos de investigación emprendidos por un grupo puede dar lugar a varios materiales comunicativos cuyo objeto radica en dar a conocer los pormenores de su desarrollo: entre otros, se encuentran aquí las ponencias; los informes; las tesis; las monografías; y los artículos publicados en revistas científicas, que proporcionan más visibilidad en tanto han pasado por un proceso editorial que incluye una fase de evaluación, lo cual les confiere un nivel superior a los demás tipos de documentos. La noción de impacto, por su parte, cobija el efecto que tiene la comunicación científica en los ámbitos académico y social, como lo explican Ramírez Martínez et al. (2012, p. 34). Así entonces, para los autores citados el impacto académico (tradicionalmente valorado en función del número de citas que de otros trabajos se realizan en los artículos científicos) corresponde a la manera en que los investigadores se apropian de los conocimientos generados por sus pares y los utilizan como fuente para iniciativas o proyectos nuevos, hecho que trae beneficios notables:
[el impacto académico] reflejaría idealmente la formación de investigadores que ofrezcan sintonía y empatía con la sociedad, y tengan la posibilidad de generar nuevas oportunidades basadas en lo que sucede a su alrededor, en forma creativa, estableciendo equipos de trabajo con colegas y expertos pares de otras instituciones o universidades, buscando financiación y apoyo, y desarrollando proyectos interdisciplinarios. Así, la comunicación de conocimientos permite, por ejemplo, que un investigador común, el docente universitario, vaya más allá del ámbito de experticia de su asignatura y de su unidad académica y traspase las fronteras de su institución. (Ramírez Martínez
et al., 2012, p. 36).
El impacto social, a su turno, corresponde a los efectos que pueden tener las investigaciones en ámbitos que traspasan las fronteras de la academia y, en consecuencia, generan beneficios en la sociedad:
El grado de efectividad, articulación y esfuerzo conjunto con el que se promueve la investigación como estrategia para generar impactos sociales desde la academia, favorece el progreso de cada disciplina, motivado en gran medida por las innovaciones que surjan desde sus investigaciones, progreso que además también debe ser sustentado con el apoyo y desarrollo desde otros ámbitos no académicos. (Ramírez Martínez et al., 2012, pp. 37–38). Con lo dicho, y en relación directa con el tema central de esta cartilla, asegurar que la difusión científica sea efectiva implica para los grupos adquirir competencias en materia de gestión de la información documental que fundamentará sus trabajos, de tal forma que sean capaces de tomar decisiones que redunden en más proyección y reconocimiento para los mismos (Cordón García et al., 2010).
3.2. Trabajo colaborativo y sus desafíos en la academia
La estrategia de implementación de gestores en comunidades de investigación que se propone en este capítulo tiene sustento en el concepto de trabajo colaborativo; esto es, una forma de cooperación facilitada por la masificación de internet, por medio de la cual se logra que grupos de personas trabajen de forma mancomunada a fin de generar productos culturales, información o conocimientos nuevos sin preocuparse por jerarquías ni beneficios económicos (Benkler & Nissenbaum, 2006).
Resulta entonces natural que se piense en esta forma de trabajo como deseable para los grupos de investigación —y dentro de estos, para labores como la gestión de las fuentes documentales—aunque su adopción no está exenta de retos, de los cuales se destacan los tres siguientes:
Apatía ante los cambios: está dada tanto por el hecho de adoptar una nueva forma de trabajo como por el desconocimiento de las herramientas y aplicaciones digitales a las que se recurre en su implementación.
Cambio de visión respecto de las jerarquías: como se estableció, y dado que todos los miembros del grupo pueden contribuir a la consolidación de una base de datos compartida de fuentes documentales, las jerarquías se hacen poco útiles; no así las responsabilidades, que se describirán más adelante.
Descentralización del trabajo: dado que todos los miembros del grupo pueden hacer aportes al desarrollo de la labor desde cualquier lugar, los espacios y soportes físicos se hacen poco necesarios, hecho que podría ser traumático para personas no acostumbradas a ello.
3.3. Trabajar en comunidades de investigación con gestores
A continuación, presentamos un modelo de aquello que podría constituir una estrategia para la implementación de un gestor bibliográfico en grupos de investigación, con miras a motivarla. Hemos optado por dividirla en tres fases: primero, la definición de los roles y las responsabilidades que tendrán los integrantes del grupo en dicha implementación; segundo, la elección del gestor a utilizar; y tercero, el desarrollo del trabajo propiamente dicho.
3.2.1. Definición de roles y responsabilidades
Como se expresó anteriormente, resulta innecesario detenerse en discutir asuntos relacionados con las jerarquías para los efectos de una estrategia como la que presentamos; sin embargo, ello no quiere decir que no existan responsabilidades puntuales que deban asignarse a roles específicos. En concreto, existen dos roles principales, investigador y auxiliar de investigación, cuyas funciones se describen en el siguiente esquema.
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Investigador En tanto responsable del adecuado desarrollo del proyecto, ejecuta labores tendientes a llevar los proyectos de investigación a buen término. Para el caso de la gestión de fuentes, además de aportar referencias, verifica que el trabajo de los |
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Auxiliar de investigación En el ámbito institucional, se trata del estudiante que colabora en tareas operativas del proyecto, entre las cuales se encuentra la recuperación y gestión de fuentes primarias y secundarias. Para el caso que nos ocupa, puede encargarse de administrar el grupo a partir del cual se construirá la base de datos compartida en el gestor bibliográfico. |
3.4.2 Elección de una plataforma
Además de las preguntas establecidas en la sección 1.7, referidas a las consideraciones iniciales para elegir un gestor sobre otros, el uso compartido de estas herramientas requiere que en el grupo se formulen preguntas adicionales relacionadas con cuatro factores principales, las cuales se disponen en la tabla .
Tabla 1. Criterios de selección para el uso de gestores bibliográficos en grupos de investigación
3.5. Beneficios de adoptar una estrategia grupal de gestión de fuentes basada en gestores
Un plan de acción como el presentado puede tener efectos positivos en la labor de superar los desafíos planteados anteriormente. De modo específico, presentamos aquí cuatro hechos que representan beneficios del desarrollo de la estrategia:
Unificación de criterios y mejora en el desarrollo de la investigación: el hecho de que todos los miembros del grupo compartan una colección de fuentes debidamente sistematizada —e incluso complementada por herramientas como las fichas de lectura— facilita la revisión de las fuentes, hecho que redunda en un desarrollo más fluido y riguroso de esta fase de los procesos de investigación.
Facilidad de comunicación: unidos a recursos como el correo electrónico, las redes sociales y los sistemas de mensajería, las colecciones de referencias compartidas permiten que los miembros de los grupos de investigación entren en contacto de manera más eficiente y rápida, motivados por un interés común.
Aumento de la visibilidad: la exportación adecuada de las referencias permite que tanto los productos generados desde el grupo como los documentos citados en los mismos sean más fácilmente ubicables en el universo de la comunicación científica.
Optimización de los procesos de creación de materiales de comunicación científica: disponer en todo momento de una base de datos completa y normalizada permite que la labor de citación y referenciación pase de ser una tarea dispendiosa y extenuante a convertirse en una procedimiento sencillo y rápido.
3.6. Redes sociales científicas de libre acceso que pueden complementar el uso colaborativo de los gestores bibliográficos
Para aquellas personas o grupos de investigación interesados en potenciar la visibilidad de sus publicaciones en medios diseñados especialmente para tal fin, existen existen redes sociales específicas que permiten encontrar a personas que compartan intereses académicos, disponer los trabajos propios y buscar posibilidades de colaboración. Describimos a continuación tres de las más destacadas:
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Academia.edu: lanzada al público en 2008, esta red social científica cuenta actualmente con más de 42 millones de investigadores abonados y cerca de 830.000 visitas mensuales. Permite establecer vínculos entre colegas, a la vez que dispone de una enorme colección de artículos, ponencias y demás productos de investigaciones, y permite revisar datos relacionados con la visibilidad y el impacto de los documentos publicados por el usuario (e. g. número y frecuencia de visitas). |
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ResearchGate: fue lanzada en 2008. Tal como sus congéneres, permite al usuario disponer de un perfil por medio del cual puede hacer públicos sus trabajos, así como buscar a otros académicos con intereses similares. Igualmente, permite observar datos en relación con la visibilidad y el impacto de los mismos (Thelwall & Kousha, 2016). |
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Mendeley: como se dijo anteriormente, quizá el hecho que distingue a Mendeley de las otras plataformas nombradas aquí es su doble función de gestor bibliográfico y red social, hecho que le confiere una gran versatilidad. Cuenta con más de 2,5 millones de usuarios y un elevado número de documentos y referencias, y dispone de las mismas funciones de sus competidores: disponer de un perfil, ubicar a contactos, publicar documentos y crear grupos con base en intereses académicos. |